Bajo la atenta mirada de su predecesor y en medio de un país marcado por la violencia y los importantes cambios constitucionales diseñados por su mentor, Claudia Sheinbaum se convertirá el martes en la primera mujer en presidir México en sus dos siglos de independencia.
La científica y exalcaldesa capitalina, de 62 años, llegó a la Cámara tras un recorrido por las calles de la capital saludando desde su vehículo y con la felicidad reflejada en el rostro para la ceremonia que la pondrá al frente de un país con grandes retos y la incertidumbre sobre qué cambios introducirá a su gestión y si le imprimirá su marca personal.
Fue recibida con clamores de "presidenta, presidenta".
Sheinbaum, que arrasó en la elecciones de junio con casi el 60% de los votos, ha prometido consolidar el legado de Andrés Manuel López Obrador, un mandatario que deja el poder con unos niveles de popularidad sin precedentes, como se demostró una vez más el mimo martes. Al llegar a la cámara fue recibido con el tradicional "es un honor estar con Obrador".
El traspaso de poder emulará el que tuvo lugar hace seis años, pero las expectativas ante el nuevo gobierno son muy distintas.
Si López Obrador simbolizaba el cambio y la puesta por dejar atrás un país marcado por la corrupción y la violencia poniendo siempre por delante a los más desfavorecidos, su sucesora propone la continuidad absoluta tanto en los exitosos programas sociales como en los controvertidos cambios constitucionales que profundizarán la militarización del país o harán que los jueces sean elegidos por voto popular.
Además ambos políticos tienen personalidades muy distintas.
"López Obrador fue un presidente tremendamente carismático y muchas veces ese carisma le permitió encubrir algunos errores de política, Claudia Sheinbaum no va a tener esa posibilidad", dijo Carlos Pérez Ricart, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica. "Entonces, donde López Obrador fue carismático, Claudia Sheinbaum tendrá que ser eficaz".
Sheinbaum recibirá la banda presidencial y dará su primer mensaje a la nación en la Cámara de Diputados para posteriormente darse un baño de multitudes en el Zócalo, la principal plaza capitalina, donde dará a conocer sus 100 compromisos de gobierno.
Una docena de presidentes y jefes de gobierno estarán presentes entre las distintas delegaciones internacionales, entre ellos, los mandatarios de Brasil, Chile o Cuba.
Pero el que Estados Unidos decidiera enviar una delegación encabezada por la primera dama, Jill Biden —cuando en 2018 quien llegó a la toma de López Obrador fue el vicepresidente Mike Pence— o la ausencia total del gobierno de España —indignado porque Sheinbaum no invitara al rey a la ceremonia con el argumento de que no quiso pedir perdón por la conquista— son una muestra de las incertidumbres ante el nuevo gobierno y de la tensión entre México y algunos de sus principales socios.
Estados Unidos ha hecho públicas sus preocupaciones ante reformas constitucionales que, a su juicio, van a politizar la justicia y pondrán en riesgo principios básicos del Estado de derecho a la vez que han aumentado las tensiones en temas de seguridad y lucha contra los cárteles.
Uno de los puntos más delicados en este aspecto se sitúa en Sinaloa, un estado donde dos facciones del cártel del mismo nombre iniciaron una lucha sin cuartel después de que dos de sus líderes fueran detenidos en Estados Unidos. Tanto las autoridades locales como el ejército -en el que López Obrador ha confiado para todo- han admitido que los enfrentamientos sólo terminarán cuando los jefes de los cárteles decidan ponerles fin.
Jill Biden, sin embargo, se mostró el lunes convencida de que con Sheinbaum ambos países seguirán construyendo "una región más próspera, segura y democrática".
Otra de las grandes incertidumbres tendrá que ver con el resultado de las elecciones estadounidenses de noviembre porque, de ganar Donald Trump, se abriría un escenario en el que el republicano podría tomar acciones radicales en la frontera o imponer aranceles que complicarían notablemente el gobierno de Sheinbaum.
Sheinbaum ha adelantado que quiere gobernar para todos aunque no está claro cómo de abierta al diálogo estará en los temas más delicados.
Sus retos son muchos.
A los temas de seguridad y las críticas internas a los cambios constitucionales que continuarán en los próximos meses —y que previsiblemente se dejarán oír este martes en distintas protestas— se une la incertidumbre sobre cómo se mantendrá la financiación de todos los programas sociales y de los proyectos de infraestructura inacabados y nuevos.
Su primer viaje como presidenta será a Acapulco, un puerto del Pacífico sur mexicano que solo un año después de ser devastado por el huracán Otis, quedó inundado por la torrencial lluvia de John, una tormenta muy errática que tocó tierra dos veces y ha dejado, al menos, 17 muertos en los estados de la costa del Pacífico.
Hay áreas en las que Sheinbaum podría intentar llevar a México en una nueva dirección. Doctora en ingeniería energética, parece más dispuesta a tomar acciones para mitigar los efectos del cambio climático mientras que su predecesor construyó una enorme refinería de petróleo nueva e inyectó dinero en la petrolera estatal. Pero sus compromisos presupuestarios no le dejan mucho margen de maniobra.
Lo que sí genera expectativas en ciertos sectores es el hecho de que una mujer llegue a la presidencia, más de 70 años después de que pudieran votar por primera vez y en un país con altos índices de violencia de género.
"Las mujeres que llegan primero a algo son símbolos poderosos", dijo Jennifer Piscopo, especialista de América Latina y temas de género en la Royal Holloway University de Londres. "Pero no tienen poderes mágicos especialmente cuando los retos de gobierno son tan grandes".